6 de agosto de 2012


Si “Alien, el octavo pasajero” permutaba los ingredientes de la ciencia ficción más pura con el terror de constantes góticas, “Aliens” convertía el universo que ilustró Ridley Scott en un terreno apto para desarrollar un thriller de acción espacial deudor del “Starship Troppers” de Robert A. Heinlein.

Ambientada 57 años después de los hechos ocurridos en la nave Nostromo, “Aliens” despierta a la teniente Ripley de su hibernación mostrándole la colonización del LV-426, lugar donde Kane y compañía descubrieron años atrás los huevos de Alien destapando la caja de los truenos alienigena. Por primera vez en la saga, la industria Weyland-Yutani, escéptica en cuanto a los hechos de la Nostromo, hace acto de presencia para convencer a Ripley de la aparente seguridad de dicha colonización, hasta que durante una inspección rutinaria, los colonos ponen de nuevo en escena a los parásitos facehuggers, volviendo a desatar la amenaza alienigena (está vez, plural). La compañía enviará al lugar a una unidad de marines que incluye a Ripley, para inspeccionar la zona y acabar con los aliens que asolan el LV-426.

Recién salido de “Terminator” (1984), el cuasi novato James Cameron, recibía el complicado encargo por parte de Walter Hill, Gordon Carroll y David Giler, productores de la primera entrega, de convertir en saga lo que había resultado ser un éxito de crítica y público en el año 1979. “Alien” había creado un universo propio y (también) expandible gracias a la imaginación de Dan O´Bannon y H.R. Giger y a la puesta en escena de Ridley Scott, con lo que Cameron debía aportar su visión al escenario existente. En lugar de repetir la sutileza narrativa, el tempo lento, los largos travellings por los pasillos y bodegas de la Nostromo y la sugestiva y puntual presencia de la criatura en escena, Cameron (guionista en solitario de la secuela) llevó a su terreno a la cinta y prefirió dotar de acción al relato, siendo más explícito, grueso y excesivo en su propuesta, convirtiendo a “Aliens” en una cinta bélica espacial, donde grandes exoesqueletos, aparatoso armamento (creación de Syd Mead, que ya trabajase en “Blade Runner") y criaturas multiplicadas e inteligentes (en la cinta de Cameron un Alien llega a coger un ascensor!!, mientras que en la de Scott eran simples seres con afán de supervivencia) se unían a una Ripley completamente masculinizada para la batalla tras su gradual proceso de transformación en heroína espacial de la cinta original, y a la que Cameron quiso suavizar en su virilidad, introduciendo al personaje de Newt, una niña que sacará a relucir el instinto maternal de Ripley.


Es “Aliens” un título radicalmente diferente a su original, a pesar de contener las mismas señas de identidad, que sin embargo tiene cualidades para destacar como uno de los grandes títulos de acción de los años 80. La cámara subjetiva de los marines a la caza del Alien, la introducción de personajes arquetípicos del género (el villano de parte de la organización, el marine charlatán, la soldado hercúlea y testaruda), los cuidados y sorprendentes efectos especiales (anda por ahí Stan Winston encargándose de los aliens) unidos a alusiones inevitables de la cinta original (Bishop el androide, los recargados pasillos, ventiladores y conductos de la nave, etc) hicieron de “Aliens, el regreso” un thriller de acción ejemplar y todavía hoy sorprendente por su vibrante capacidad para narrar los enfrentamientos entre criaturas y marines y para plantear un climax final emocionante y gigantesco. Todo ello gracias a la grandilocuencia habitual de Cameron, que reinvento y expandió el universo que inició Scott y consiguió con “Aliens” un éxito que lo confirmó como uno de los directores más ambiciosos y admirados por la industria del entretenimiento norteamericana.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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