18 de diciembre de 2012


Diez años suponen una importante espera. Para los que descubrimos el imaginario de Tolkien a través de la mirada de Peter Jackson, o para los que por fin pudieron poner imágenes a las páginas de una de sus novelas favoritas, una década es tiempo sobrado para volver a revivir la sensación de transitar de nuevo por la Tierra Media.

El emocionante trayecto por el universo tolkeniano orquestado por Peter Jackson en “El Señor de los anillos” pedía a gritos hacer realidad nuevas aventuras. “El Hobbit”, precuela de la anterior se prestaba a ello. Lo lógico hubiese sido rodarlas en sentido inverso, Jackson así lo quería, sin embargo la secuela vino antes que la precuela, y era más ambiciosa que ella, por lo que el realizador neozelandes se encuentra ahora con la complicada misión de elevar a la altura de “El Señor de los anillos” las aventuras de una obra de menor tamaño y aspiraciones.

Es la capacidad para devolvernos a los colores, los sonidos y las texturas de la Tierra Media la primera facultad visible de “El Hobbit”. Comienzan a sonar las fabulosas notas musicales de Howard Shore y en el oído resucitan las hazañas. Contemplamos los paisajes de la comarca y el espectador se estimula con la apacible vida de los hobbits y las peripecias que están por llegar. Los enanos aparecen en escena presumiéndose la condición de divertimento de esta nueva entrega cuyo origen es marcadamente infantil. 

Con una estructura que no dista demasiado de la que contenía la anterior apertura de trilogía, “La comunidad del anillo” (prólogo que nos pone en situación, visita a la Comarca, formación del grupo, pasaje élfico y sucesión de peligrosos episodios), Jackson emprende con la calma del que tiene todo el tiempo del mundo para contar una historia el nuevo viaje de su compañía. En su dilatación narrativa, en su parsimoniosa descripción de lugares que ya nos son familiares, “El Hobbit” avanza, tan solo, a trompicones durante su primera hora de metraje. Y lo peor, ese detallado y extenso preámbulo no se traduce en una carismática exposición de personajes. Tampoco en piezas de acción (resueltas muchas de ellas precipitadamente) que refuercen la identidad del viaje inesperado iniciado por Bilbo Bolson y compañía.


Jackson necesita recurrir al recuerdo de la saga inicial para que “El Hobbit” despegue. Es la presencia de Elrond, Galadriel y Saruman o la imponente belleza de Rivendel una noticia reconfortante para la película. La irrupción de otro viejo conocido como Gollum será la tabla de salvación para el, por entonces, todavía inédito Bilbo Bolson (Martin Freeman). “El Hobbit” se levanta para ofrecer así la épica que el entregado seguidor de “El Señor de los anillos” reclama, convirtiéndose en el espectáculo fantástico que hasta el menos adepto exige, alcanzando en el episodio de la cueva de los trasgos y el posterior duelo de acertijos el culmen de esta primera entrega, probablemente la más desenfadada y ligera de toda la saga, pero todavía cualificada para ofrecer grandes y deslumbrante aventuras en pantalla grande, algo que con mayor o menor destreza la saga de Peter Jackson siempre ha sabido proporcionar. Esta es solo la partida, el regreso está por llegar.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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